En un excelente grupo pachuqueño de estudio, formado por mujeres y llamado Feministas leyendo-se, con el que nos reunimos quincenalmente a discutir acerca de textos que proponemos, en los cuales el tema son las mujeres y que deben haber sido escritos por mujeres, se nos presentó una discusión ética acerca de la autora del libro titulado Hilando fino, Julieta Paredes.
Revisamos ampliamente las propuestas del feminismo comunitario y lo que podíamos rescatar para nosotras, fueron varias.
Casi al final, la discusión se centró en las denuncias que se han publicado por diversas mujeres, acerca de la violencia ejercida hacia ellas por esta autora y nos planteamos las siguientes interrogantes:
Si es una mujer que propone en su texto mejoras en la vida de las mujeres y ella ejerce violencia sobre otras:
¿Debemos seguir compartiendo sus textos?, ¿Hacemos caso de las denuncias de violencia de mujeres contra mujeres aunque esto afecte la imagen del movimiento de las mujeres?, ¿Es más importante proteger el movimiento que a sus integrantes en lo individual?, ¿Creemos en esas denuncias que están hechas con el único recurso disponible que es un post en las redes?, ¿Escuchamos esas denuncias aunque no nos conste?, ¿Las tomamos como chismes?
Fíjense en lo importante del asunto, lo que no se nombra, no existe.
Particularmente he nombrado a la violencia entre mujeres como femiviolencia, ya sé que el término no existe pero la acción sí, y debemos empezar a nombrarla para poder pensar en las herramientas que nos permitan combatirla.
Haces una googleada con la búsqueda de violencia ENTRE mujeres y te refiere de inmediato a violencia CONTRA mujeres.
No se nombra, no existe, no está en Google, no existe.
Hablamos también del triángulo del silencio en la violencia contra las mujeres.
Cambia agresor por agresora, y piensa en la víctima como una mujer.
Nos descubrimos cómplices en ese triángulo, y peor aún, nos descubrimos sin las herramientas para nombrarla o combatirla.
Llegamos a la conclusión de que, si el texto aporta beneficios para las mujeres, debemos seguir compartiendolo y haciéndolo objeto de estudio, independientemente de la femiviolencia de la autora.
¿No estaremos replicando las mismas conductas (no vemos, no oímos, no sabemos) que reclamamos a la sociedad cuándo la violencia es de hombres hacia mujeres?
No tenemos las herramientas para combatir esas violencias y no somos capaces de aplicar mínimamente una sanción social mujeril para estas, justificandonos con que se nos ha exigido congruencia por ser mujeres y estamos hasta el gorro con eso, y tenemos la libertad de ser incongruentes, porque la libertad de ser como queramos es parte de esta lucha de las mujeres.
Tenemos que empezar a nombrar esta violencia, sin miedo a desacreditar el movimiento.
LA FEMIVIOLENCIA EXISTE.
Primer paso para la solución de un problema, VISIBILIZARLO.
Sí, hay costos para el movimiento.
Se tienen que asumir o no seremos factor de cambio para nosotras mismas.
Hay que generar las estadísticas para medir esta violencia porque el impacto es grande y lo sabemos, aunque lo neguemos, no lo nombremos y no tengamos los recursos de acción necesarios para combatirla.
Está sobre la mesa el asunto.
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